jueves, 14 de abril de 2011

2011 y corriendo...

Entre charlas y ocurrencias surgió la incertidumbre de por qué el corriente año nos está dando alguna que otra patadita eficiente y sin anestesia.  De múltiples notas, escritos y yerbas varias, aquí va una que, si bien no sé si termina responder nuestras inquitudes, está, por lo menos, interesante.



2011, un año de cambios trascendentales

Este año vivimos un tiempo de gran potencia energética. Los aspectos planetarios entre Plutón, Saturno, Júpiter y Urano, más el emplazamiento del Nodo Norte de la Luna, revelan que el momento de la gran transformación de la conciencia ya es un hecho. Así lo evidencia el astrólogo chileno Gonzalo Pérez. 
 
Cada vez es más frecuente que personas de diversos ámbitos se inquieten por el supuesto cambio de ciclo planetario asociado al año 2012. Hace unos años, observaba que esta curiosidad se centraba más bien en aspectos externos asociados al cambio; así por ejemplo, surgían hipótesis de catástrofes planetarias o textos diversos que resolvían el ansia predictiva que todos los seres humanos –desde nuestro afán de control- poseemos.
Si bien es cierto que para muchos la inquietud por el cambio del escenario planetario sigue vigente, también es cierto que la pregunta por el cambio interior, por la transformación de nuestras estructuras internas es hoy tanto o más relevante. Así, de la obnubilación por hechos dramáticos como los que muestra Hollywood con películas como El Día Después de Mañana o 2012, de manera acelerada empezó a suscitarse la cuestión acerca de cómo prepararnos, cómo hacernos responsables frente a los cambios que se avecinan. La gran transformación planetaria ya no está solamente asociada al dramatismo de cataclismos, sino a los cambios de conciencia que se avecinan, y la gran pregunta por lo tanto radica en cómo alinearse con este cambio interior.
A propósito de estos temas, a principios de año asistimos  a una conferencia del psicólogo y astrólogo chileno  Gonzalo Pérez, quien precisamente se refirió a la naturaleza de los cambios que se aproximan para este año 2011. Pérez plantea que si bien los ajustes que están emergiendo son colectivos, es decir, tocan por igual a toda la humanidad, estos cambios se viven en términos individuales y obedecen completamente al compromiso de cada ser humano de transformarse a sí mismo, desmantelando los viejos mecanismos para inaugurar el espacio de la conciencia, el espacio del corazón.
A partir de ahora, ninguno de nosotros es víctima o espectador pasivo frente a las transformaciones de estructuras que a nivel global están readecuándose. A juicio de Pérez, la voluntad y la decisión de cada uno es fundamental para alinearse con esta oportunidad de transformación. El cambio es interno, por más que nos detengamos en sus correlatos externos, pues afuera y adentro son categorías arbitrarias que hemos creado para comprender la realidad.

Del miedo al amor
Este ajuste, señala Pérez, opera en nuestras cabezas, en nuestros sistemas de pensamiento, y se refleja en el salto desde una estructura de pensamiento basada en el miedo hacia una estructura basada en el amor. Ha llegado el momento de transformar nuestra química cerebral, de apagar conscientemente aquellos circuitos neuronales programados para la negatividad y basados en el temor, para dar lugar a circuitos cerebrales basados en el amor y en la apertura a los cambios de elevación de la conciencia.
Por muchos años, señala Pérez, hemos vivido amparados en el miedo. Aparentemente, hay muchas conductas humanas que surgen por otras motivaciones como la ambición, las ansias del poder, la necesidad de controlar, la competitividad y que no necesariamente asociamos a la emoción del miedo. Pero, ¿saben qué? Gonzalo Pérez es enfático en señalar que existen dos energías básicas: el Amor y la negación de éste, que es el miedo, y que puede aparecer con múltiples disfraces, apariencias diversas con las que los humanos ocultamos nuestro temor básico.
¿Y cuál es la máscara del miedo, de la negación del amor? Esta máscara es el ego, nuestro mecanismo de protección, la forma de ocultar nuestra propia verdad para no ser rechazados; el ego es el que alimenta nuestra insatisfacción constante, es decir, nuestra infelicidad, nuestra crítica, nuestra compulsión a juzgarlo todo, la constante sospecha, el escepticismo, el pesimismo, la rabia, la frustración y la sensación de que a veces no hay salida posible, de que estoy al margen de la sociedad, de que lo que hago no vale de nada, entre muchas otras posibilidades egóticas.
Parece que ya es tiempo de que los seres humanos, atrapados por mucho tiempo en el vientre de la ballena, liberemos nuestros dolores, nos perdonemos a nosotros mismos y permitamos que el cambio sea en nosotros.
El 2011 es, entonces, un año de transformación de esta antigua forma de pensar. Nuestra forma de pensamiento está cambiando, nuestro sistema de creencias está modificándose, nuestras emociones se están liberando y todo ello para prepararnos a este cambio de vibración que nos lleva desde el espacio del miedo hacia el espacio del amor.

Entonces, ¿cómo podemos abrirnos a estos cambios de vibración? ¿Cómo podemos prepararnos para esta transformación y alinearnos con la nueva vibración planetaria? Respecto a esta pregunta hay algo que Gonzalo Pérez dijo (e hizo) y que resultó muy interesante: Todas las reglas arbitrarias con las que nos hemos organizados como sociedades están cayendo.
El Deber Ser externo, las instituciones basadas en el temor, ya se están derrumbando y seguirán haciéndolo, porque estamos entrando en un momento en que la experiencia individual, nuestra subjetividad, es la que cobra importancia fundamental. Ya no sacamos nada con simplemente contar algo o con tratar de instruir o imponer algo a otros, a fin de convencerlo. Ahora el mensaje es “vívelo”, “experiméntalo”, “ten tu propia experiencia al respecto”.
Dije anteriormente que Gonzalo Pérez no sólo señaló esta transición desde las aparentes objetividades y sistemas de normas externos hacia el espacio de la subjetividad y la experiencia personal, sino que en su misma conferencia dio muestras de la importancia de experimentar el cambio porque en la misma conferencia. Tras su exposición, todos los asistentes tuvimos la oportunidad de vivenciar, a través de una meditación con el sonido de los cuencos tibetanos, una experiencia interior.
Por lo tanto, si bien no hay mandatos que cumplir, sí podemos sugerir que cada persona experimente la posibilidad de estar consigo misma, de escucharse profundamente, de meditar, de estar en contacto con la naturaleza, de emprender algún trabajo de desarrollo personal, entre otras muchas posibilidades que finalmente son personales, subjetivas, y profundamente originales a la hora de emprender el cambio hacia este nuevo ciclo. Lo cierto es que nuestra transformación, cualquiera sea la vía que elijamos, es la apertura hacia el amor.



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