miércoles, 12 de enero de 2011

EL MUNDO

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo
subir al alto cielo.
                                                 
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la
vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
                                                 
-El mundo es eso - reveló - Un montón de gente, un mar de fueguitos.
                                                  

 Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.
                                                 
No hay dos fuego iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y
fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se
entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros
arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin
parpadear, y quien se acerca, se enciende.



Eduardo Galeano

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