Hacía muchos meses que no llovía en esa lejana aldea. La sequía había causado estragos, y por ahora no mostraba signos de interrumpirse. Así que el cura del pueblo, propuso que en la tarde del domingo, todo el pueblo se reuniera a rezar, pidiéndole a Dios la lluvia que traería el alivio y salvaría la economía del pueblo.
Esa tarde, se reunieron todos los aldeanos. Pero sólo una niña pequeña, llegó a la reunión con su paraguas.
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